Hay días que no. La mente no está aquí y el corazón solo un poco. Lo intentas, miras alrededor y te consideras privilegiada, pero aun así, no te visitan las musas, ni las ideas, ni…las ganas.
Hay días que no hilvanas las palabras con que verbalizar las emociones. Quizás porque no han de ser verbalizadas o quizás porque no sabemos verbalizarlas.
Casualmente hoy amanecí afónica, ningún problema de salud, simplemente no había voz (tampoco la necesito mucho, más allá de los ratos que comparto con la familia y esas amistades que siempre están, aunque solo te veas a través de una pantalla, pero hoy no ha sido un día de excesivo contacto ni internauta ni telefónico).
Tal vez era una premonición.
Hoy mejor no hablar y, aunque piensas que la ausencia de sonido puede ensalzar otros sentidos, no ha sido así en esta jornada en la que, al igual que la voz no emite sonidos, las palabras se agolpan desbaratadas sin capacidad para expresar….nada.
Así que, aunque como estado “rara”, va a ser mejor aplicar lo que dijo el médico, periodista y escritor francés Georges Benjamin Clemenceau y “manejar el silencio”, aunque a veces esto es incluso “más difícil que manejar la palabra”.