Día 15 de #QuédateEnCasa

Volvió la lluvia. No nos da un respiro. El agua se ha convertido en un aliado del coronavirus para encerrarnos en casa (las últimas 48 horas en el Mediterráneo tenemos además una destacada bajada de temperaturas), pero también para desordenar nuestros sentidos.

Si ayer amanecimos con un sol embriagador y la lluvia se hizo paso tímidamente para imponer su tiranía de los últimos días a media tarde, hoy ha sido la llovizna la que ha abierto el día y se ha mantenido presuntuosa toda la jornada.

Este personal parte meteorológico solo es para reflejar cómo a algunos cuerpos las inclemencias climatológicas desvarían nuestro estado. Si ayer era una astenia primaveral la que, de repente, nos conquistó, hoy personalmente he abierto la jornada con aturdimiento y cierta indisposición, efectos de un bajón tensional pero no cardíaco de esos que, de vez en cuando, me tambalean.

Sin embargo, con las sugerencias de amistades médicas, a lo largo del día he recuperado el control sobre mi propio estado e incluso a media tarde, aunque fuera del horario establecido, he realizado una ligera tabla de ejercicios (bicicleta –hoy lo hemos dejado solo en 15 km- y el stepper).

Eso sí, para llegar a ello la solución (además de médica, aunque sugerida por este) ha sido disfrutar de una sobremesa de desconexión total: ni tv, ni radio, ni música, ni lectura. Era prioritario recuperar la energía e imbuirme de fuerza con la que lograr recobrar el equilibrio físico y mental. Así que, después de comer he bajado los párpados y me he dejado perder en los brazos de Morfeo.

A veces el sueño vespertino es intranquilo, ¿cuántas veces caes en la tentación de la siesta y despiertas con angustia y desasosiego?; no obstante, hoy ese tramo de la jornada ha sido un sueño reparador. Ha acontecido gratificante y reconforta despertar y volver a saberte el capitán del timón de tu propio ánimo y sentir que ya dispones de nuevo de la energía requerida para seguir batallando con este forzado encierro, estruendoso silencio y obligada soledad. Por cierto, no es lo mismo sentirse solo que estar solo, siempre y cuando ambas cosas sean de libre elección. Y esta coyuntura así lo está demostrando.

Yo me manejo bien individualmente desde hace años. Ni este confinamiento me aturde por vivirlo en la soledad, me siento arropada, querida y…acompañada; aunque, a veces, lea en voz alta para escuchar si todavía sé emitir sonidos….

Por ello, en general, mi actitud de espera a la llegada de mejores momentos, en general está siendo bastante buena en este retiro, a pesar de que hoy, por primera vez y justo el día que cumplía 15 de mi personal clausura, confieso que sí he sentido en algún momento cierta cobardía al haber tenido que vivir aislada mi pequeño achaque.

Pero a esta hora ya está todo superado y, aunque esta reflexión diaria hoy queda, quizás, muy insignificante y nimia, a pesar de que mi talante en este momento es óptimo, dejaremos para mañana, esté o no esté el sol alumbrando, nuevos argumentos que dan sentido a este diario, hoy tal vez poco sugerente y reconfortante para leer por, tal vez, ser demasiado personal y anodino.

Aunque, la verdad, el fin de estas publicaciones en realidad era resumir cómo vivo cada día. No nació esta nueva costumbre nada pretenciosa, al contrario, se parió con un cierto halo de egoísmo y con el único fin de convertirlo en fuente de terapia psicológica personal para compartir (sin saber quién estaría al otro lado) estas jornadas de reclusión forzada.

Saber que estáis ahí es el premio inesperado a este ameno ratito ante el ordenador.

¡¡¡UN FUERTE ABRAZO ....y....GRACIAS... por la compañía, las palabras y la presencia!!!

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