Día 14 de #QuédateEnCasa

En este jueves de marzo el sol ha concluido un confinamiento que ha durado demasiados días. Era sorprendente cómo esquivaba su presencia el astro rey en un territorio que está, quizás, demasiado acostumbrado a su luz.

Por eso, su resplandor, su calor (aunque curiosamente su llegada ha venido acompañada de una bajada de las temperaturas) eran anhelados por una sociedad demasiado habituada a su compañía.

Resultaba casi envidiable comprobar cómo en el norte peninsular se mostraba sin disfraces mientras aquí, en su hábitat natural (perdón a los amigos y amigas del norte), sentíamos disgusto y hasta cierta envidia y enojo por habernos abandonado.

Sin embargo, su aparición no nos ha despertado de este aturdimiento, ni ha roto los metros de distancia que nos separan de todo aquello que fue nuestra rutina. Incluso hoy parece que ha sido un día generalizado de astenia primaveral con turbaciones en el estado de ánimo.

Porque cuesta ver el final cuando no hallamos salidas, cuando hay ganas de huir en busca de un jardín donde sí haya florecido una primavera que aquí ha nacido temerosa por el silencio y escondida entre sombras.

Porque vivimos entre demasiadas tinieblas que no ha podido deshacer el calor del sol. Ayer ya conté que, tras comenzar la terapia de desengancharme de twitter, había comenzado también a esquivar el cúmulo de información con el que nos taladran desde todos los medios de comunicación. Pero parece que no soy la única que percibe esta intoxicación. Y, a veces, saber que compartes sensaciones en este aislamiento, reconforta.

Eso he percibido al leer hoy a Ana Teresa Roca en El País. La periodista, en un artículo titulado “Cuando la televisión solo da malas noticias”, intenta describir cómo la repetición constante sobre los peligros del coronavirus entre mayores de 64 años y grupos de riesgo ha hecho que este amplio segmento de la población viva angustiada.

En la mencionada noticia se recoge el contenido de un twitter del presentador Màxim Huerta en el que el exministro valenciano refería una frase de la novela “El peregrino” de John Le Carré: “Téngame informado, pero no muy informado”.

Y es que en este mundo tan globalizado, donde las tecnologías están siendo el principal aliado para romper la soledad que conlleva este inaudito confinamiento, son también estas las que han generado eso que hace ya años, los expertos llaman “infoxicación”.

Sí, el vocablo es tan estridente como desagradable, pero es demasiado real en su concepto de cómo la divulgación de contenidos y la velocidad de circulación de la información llega a empalagar, cuando no a intimidar, anonadar e incluso invadir no solo nuestro tiempo sino, lo que es peor, nuestros pensamientos.

Por eso, el psicólogo y mediador de la fundación ATYME, Paco Iglesias, comenta a la periodista de El País que: “en ciertos momentos, cuando la información ya se vuelve repetitiva, hay que apagar la televisión y hacer otra cosa”.

Con mucha más enjundia y mejores criterios, al fin y al cabo, lo que dice el psicólogo en la información de Ana Teresa Roca es eso que, sin tener conocimientos psicológicos, yo decidí hacer ayer y que repito casi de forma machacona a mis padres en cada momento en el que nos encontramos, gracias, qué paradoja, a las posibilidades de video llamada que te permiten los nuevos dispositivos móviles y las nuevas tecnologías.

Pero siempre ha sido más gratificante en muchos momentos de la vida, ignorar, arrinconar la realidad para perderte entre las historias de los libros o la música y retraerte a otros lugares y generar sensaciones más positivas, aunque algunas cavilaciones evoquen añoranzas.

Es precisamente en esa parte incontrolable de nuestro ser donde este encierro está haciendo lo que podríamos hacer una “limpieza de agenda interior”, al menos en mí.

Por una parte, te percatas que hay personas de las que no notas a faltar ni sus palabras ni su presencia; aunque también estás descubriendo a otras que estando o no en tu cotidianeidad antes de esto, en este momento estás cosiendo lazos entrañables perecederos más allá de esta coyuntura y luego están los de siempre, los necesarios, los indispensables y hasta los inefables.

En definitiva, compañero confinamiento, contigo estamos acrecentando quereres, desenmascarando emociones, descubriendo personas, diseñando momentos, relativizando inquietudes, priorizando instantes…es decir, todo lo que viviremos en lo que será nuestra nueva realidad cuando tú te vayas.

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