Casi exhausta, más que sentarse, se recostó sobre el viejo banco de piedra de aquel largo paseo. Siempre le pareció el lugar más bello de la tierra. Bajo aquel roble de grueso tronco, la sombra era más amplia que en cualquier otro rincón del jardín, pero además desde allí, podía contemplar la gama de azules que va desde el intenso del mar hasta el casi blanco del cielo. Se sentía en paz cuando envolvía de tanto azul su rutina.
Por eso, le gustaba tanto correr hasta allí, acomodarse en aquella familiar piedra y esperar. Seguía esperando. Llevaba años sin percatarse que el paso del tiempo es inexorable aunque su reloj vital paró aquella tarde que descubrió que hay sentimientos indomesticables, que amar es irracional y que es muy verdad que suele ser quien más quieres la persona que más te podrá dañar.
En aquel banco se besaron por primera… y última vez. Fue una noche cálida de un temprano otoño. Tras algunas citas nada formales, él la invitó al cine. Y ella aceptó entre nerviosa y expectante.
Desde aquella tarde han pasado más de dos décadas y todavía recuerda cada secuencia de una película que ha vuelto a ver decenas de veces sin sentir en ningún nuevo visionado el abanico de emociones que conoció aquella noche.
Pocos días después de aquella sesión, él marcharía de la ciudad para aceptar una irrechazable oferta de trabajo. Era su puerta a un nuevo mundo, ese que lo llevaría a singulares lugares de exóticos paisajes.
Desde la distancia, ella siguió paso a paso su dilatada trayectoria profesional repleta de éxitos que le convirtieron a en un ilustre personaje, no solo para el pueblo sino a nivel internacional. De su vida privada, más bien casi nada, alguna imagen con alguna despampanante señora y poco más.
“Espérame” le dijo él al marcharse repentinamente dos días después de aquel beso. Dos décadas después ella seguía en ese mismo banco….esperando.
Los primeros momentos de ausencia pasaron rápido. La vida era sobria, familiar, corriente, alguna llamada de teléfono, un par de cartas…Los meses se convirtieron en años, pero ella seguía esperando.
Con los años cambiaron las cosas, los sentimientos se perdieron, muchos recuerdos se borraron, surgieron nuevas posibilidades. Ella estrenó emociones, también viajó y consiguió ser una de las personas más reputadas de la ciudad en su profesión; sin embargo, cada vez que necesitaba respirar acudía a ese banco de piedra al final del paseo para….esperar.
Aunque hace tiempo que olvidó a quién o qué esperaba. Solo sabía que, a pesar de lo sentido, disfrutado y vivido, seguía esperando una persona, una ilusión, un momento, un reto, un sueño…
Y mientras, la vida pasaba sin apenas darse cuenta, solo aquel banco parecía inmune a la vejez, el transcurrir del tiempo, los golpes del destino, los años…. mientras ella, como él muy muy lejos, seguían esperando….olvidando que solo el hoy es real y solo se encuentra lo que se busca.