Distancia, silencio, tiempo y todo olvidado, se repetía ella desde hace horas. Había vivido sin esa relación tantos años que podría recuperar su rutina sin dolor. Al fin y al cabo, era fuerte, podría superar el desprecio, rechazo y esos continuos indirectos desplantes que le pusieron en alerta los últimos días.
Se percató de la voluntad de él de romper aquella relación la tarde que rechazó sus besos hasta en dos ocasiones después de varios días sin verse. Ese fue el primer momento que se sintió no amada.
Ella no sabía que él decidió fingir que sus sentimientos hacia ella se congelaron de repente. Ella solo notó que sus manos eran como hielo y sus caricias, pellizcos al corazón.
Durante meses intentaron huir a un mundo creado por dos solo para dos. La pasión fue desbordante durante todo ese tiempo, pero se les olvidó que vivían en sociedad y que, los principios de convivencia, venían marcados y heredados desde hace siglos y siglos y siglos… Y además estaba aquel compromiso… y esa promesa que ambos hicieron hace años a otros dos corazones.
Por eso, cuando de repente comenzaron a verse desbordados por la emoción, decidieron que era preciso decir adiós, ya no importaba el valor de su amor.
Aquella profusa corriente que surgió entre ambos, cuando ya ninguno de los dos era libre, les obligaba hoy a renunciar a lo que sentían o sintieron.
Pero en el momento de la despedida no habría palabras. No era necesario inventar mentiras, los gestos fueron bastante locuaces las últimas semanas, cuando él decidió que, a pesar de cómo latía su corazón, debía acabar con aquella relación. Pero no se atrevía, él no se atrevía, no sabía, no podía o realmente no sabía si quería dejar de sentir aquel torrente emocional.
Sin embargo, ella sí se percató que esas nuevas hirientes actitudes, acciones y omisiones que intercambiaban, simplemente retrataban la voluntad de él de matar aquella aventura antes de envilecer los tiempos y momentos compartidos.
Su comunicación comenzó a ser solo no verbal, así que fue ella la que decidió que era momento de atracar en puerto aquella barca.
Trabajo as varios disparos y alguna bomba en forma de expresivas vacías miradas y frías caricias, no hubo más palabras. No habría reproches, de la cortesía a la grosería solo existe una liviana línea que puede desdibujarse por algún inoportuno arrebato verbal.
Ella no verbalizaría su quebranto y él disfrazaría sus sentimientos. Era la única forma de convertir en fácil aquella dolorosa ruptura.
Y llegó el momento. Después de hoy jamás volverían a verse. Ella decidió no vestirse de amargura en el adiós. Él decidió no ofrecer ningún gesto despectivo más.
Mejor imaginar que tal vez no fue tan profundo el sentimiento que los ató hace meses de forma inesperada, ¿y si en realidad el corazón también fuera controlable y domesticado?.
Era la hora, él se acercó a besarla pero cuando casi rozaba su mejilla paró, se echó hacia atrás, la contempló sin cruzarse sus ojos en la mirada y no aproximó sus labios ni un centímetro más, dijo:
-Lo siento pero me equivoqué, no te quiero.
Se giró sin esperar su respuesta, dejó las llaves que portaba en la mano sobre la mesa y marchó.
En ese momento ella sintió que la amaba mucho más de lo que jamás le había demostrado antes. Sin la presencia de él en la habitación y sin derramar una lágrima, ella se acercó a la ventana y cogió el teléfono para llamar a su marido. Al fin y al cabo, el mundo gira siempre hacía el mismo lado y a veces, del querer a la indiferencia no es tan difícil pasar, simplemente hay que cumplir las reglas.