Ale, pues a pesar de…..llega la navidad. Se suspendieron las Fallas, las celebraciones de “mi” Semana Santa Marinera, cumpleaños, fiestas familiares y solo el calor del sol nos trajo un alivio estival que devoramos con días de asueto y celebración que, por la singularidad del año, serán para siempre excelsos, irrepetibles e inolvidables.
Como inolvidables son los momentos no vividos, los abrazos no entregados o los besos no recibidos en este 2020 que se preveía tan prometedor y que ha sido una .
Mis “amigos” de por aquí sabéis que en estas fechas inicio mi personal diario de “cómo sobrevivir a las navidades”. Un recurso que comencé a emplear en lo que yo creía que era un año “raro” ¡Ilusa de mí! ¿Aquello raro? ¿Pues cómo narices califico ahora este 2020? Sinceramente no encuentro para adjetivarlo más allá de la soez palabra ( o dibujo) empleada unas líneas más arriba.
Por eso, especialmente con el ánimo convulso, con las ganas agotadas, ahora que nos cuesta recibir un simple abrazo, que ni nos tocamos, que casi hemos tenido que poner a recaudo el corazón para evitar que cada latido sea un gemido por las ausencias obligadas, las voces no escuchadas, las distancias emocionales, los instantes no compartidos… ahora que tengo la cabeza abrumada y los sentidos desorientados casi hiere esto de la "celebración navideña".
Acepto que, en una sociedad consumista y tan necesitada económicamente de flujo de capital, estas fiestas son referencia para el sustento de puestos de trabajo, sectores comerciales y la economía de muchas familias que es ahora cuando perciben sus mayores ingresos.
Sin embargo, la campaña promocional que envuelve esta época del año hace que, además del gasto económico, nos hayamos de imbuir de un halo de generosidad, familiaridad y afabilidad con el que nos vemos casi obligados a disfrazar nuestras emociones reales para, por ejemplo, aparentar que ese compañero de trabajo que no soportamos, estos días es un “gran amigo” al que efusivamente felicitas las fiestas cuando durante todo el año te viene justito intercambiar palabras con él o ella.
Prolifera la recepción de mensajes de personas que, si has cambiado de terminal de teléfono y sigues sin evolucionar en esto de las tecnologías, has perdido hasta de agenda (porque claro, solo te escribe de año en año). Por cierto, que hablamos de un teléfonito que no deja de sonar inundado de vídeos, dibujos, postales, gifs y canciones que, sinceramente, este año que parecía nos conducía más a su minimización percibo que, por lo vivido las últimas 24 horas van a ser multiplicados y.... UFF!!!
Ante esta coyuntura, voy a pedir ya disculpas por todos los mensajes que no voy a enviar, por todas las palabras que no emitiré, por todas las llamadas que no realizaré, por todas las emociones que no verbalizaré y porque, soy incapaz de disfrazar de sonrisas un ánimo que ha encontrado cobijo como aliados al silencio y la soledad.
Y no lo hago desde un poso deprimido o deprimente, simplemente quiero vivir estos días como he vivido las anteriores semanas de los últimos meses, con la realidad que siento sin necesidad derevestirla de ropajes. El disfraz lo luciré en esos ratos reservados para compartir con mis “peques”, a pesar de que esta Covid los ha hecho madurar demasiado rápido, les ha “robado” mucha inocencia, les ha “vomitado” excesiva responsabilidad…y nos los ha alejado un poquito por esa ley de vida que obliga a cada cual a diseñar su camino…a ellos quizás de forma demasiado brusca.
Sin embargo, para ellos y por ellos sacaré a pasear la sonrisa que dibujaré en los ojos para que pueda traspasar la rigidez de las mascarillas.
Para ellos y por ellos sacaré del cajón el corazón para que se sienta achuchado por sus palabras, sueños, anhelos, bromas y hasta sus bailes de tik-tok ….a todos los demás, Gracias y Perdón, pero, a pesar de los deseos por compartir, soy incapaz de decorar mi imagen y mi alma que han encontrado acomodo en la ausencia de ruidos y la tranquilidad de la quietud en este año de atardeceres de sombras.