El estrés de esta coyuntura "pandémica" concilia ratos de angustia con anhelos, leves alegría, con recovecos de inquietudes e ilusiones con añoranzas que nos trasladan a vivencias convertidas en recuerdos melancólicos.
Entre esas morriñas está el poder viajar y volar lejos de las rutinas y quebrantos cotidianos. ¡Cómo echo de menos viajar!,
El 2019 fue un año personal prolífico en viajes, mi última travesía, antes de que surgiera esta pesadilla de la presencia del bicho en nuestro mundo, me llevó a orillas del Cantábrico precisamente en estas fechas.
Tras una odisea de desplazamiento con varias horas de aventura por el cielo de todo un país inmerso en borrascas, la llegada al destino me brindó una calma envuelta de momentos irrefrenables que se anclaron en recuerdos que hoy, 365 días después, pellizcan muy dentro al escudriñar el calendario.
Era una visita breve donde se combinaban labores profesionales y el disfrute personal, la conjunción ideal para el deleite con detalles tan nimios como un simple paseo otoñal en un paisaje diferente al tuyo habitual, ratitos que ahora, en este noviembre de 2020, son un compendio de vivencias imborrables.
En mi estada en aquellos lares surgió una improvisada excursión a un lugar que me atrapó seduciéndome indeleblemente en una tarde de tempestad en la que la lucha contra el viento y la lluvia para llegar a la cima se convirtió en el complemento casi perfecto para la construcción de una huella inolvidable en la memoria sensorial. Cada paso en aquel estrecho camino entre rocas y el puente de piedra con sus 241 escalones que conducen hasta la parte superior del islote forjó un instante que el paso del tiempo ha convertido en sublime.
Lugares, momentos, paisajes, y compañías excelsas que dejaron marcada una estampa repleta de ese abanico de sensaciones que gesta la enajenación que provoca la felicidad y donde el corazón quisiera acampar en busca del cobijo que sane algunos de estos desatados sentimientos que en este 2020 nos desbordan.
Bohemia añoranza que reordena las emociones de estos días en que todo lo extrañas y donde los ojos buscan sanar el daño vertical con que este otoño nos araña por dentro y los latidos se nos disparan a la espera de recuperar lo que fuimos, lo que éramos, o bien, hallemos las fuerzas que nos quiten el miedo a empezar de nuevo… porque hoy esquivamos tormentas distintas a aquellas a la espera de llegar a otras cúspides que nos permitan volver a sentirnos extraños pero felices, en esos escenarios que te atrapan para pellizcarte de por vida; aunque…como dice la canción “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”.