A veces sucede.
El silencio se rompe en un suspiro. La fantasía se vive en descontrol. La piel se funde en placer. Los sueños se anidan entre unos brazos. El cuerpo se encadena a la embriaguez. El éxtasis asoma. El mundo se para.
Pero nunca hay refugio para el yo.
No existen mentiras compasivas. No es posible darse sin recordar. Sientes al tocar. Tiemblas al acariciar, los ojos están tristes y el corazón llora.
La luz permanece apagada aunque de repente, las caricias se congelan, los labios se convierten en hielo y entonces….
Las heridas se encienden, las risas se desvanecen y el dolor es vertical. Porque el corazón no se libera.
Te alejas. No insistes; pero sientes dentro el desborde de descontrolada pasión contenida, un sentimiento furtivo, una emoción clandestina.
La inercia controla el furor y el sol se asoma al alba para recordarte que el mundo sigue rodando y que amanece. Siempre amanece. Incluso para alumbrar momentos que jamás serán vividos.