Hoy el día ha vuelto a ser demasiado largo. Y hoy sí que, el ánimo no es malo, pero sí el cansancio. Llevo días un poco saturada del monotema que me ocupa más horas de las que debería en mi trabajo. Estoy harta de filtraciones interesadas, informaciones censurables y protocolos, una palabra que diariamente la última semana habré repetido cerca del centenar de veces (no me extraña estar afónica). No entiendo mucho, solo sé que estoy un poco hasta…. Sí, hasta las narices del universo futbolístico, ese en el que hasta los periodistas formamos parte (y por desgracia, cada vez más interesada).
Además, hoy me he enterado que otro medio de comunicación da el cierre y cuando en él tienes compañeras que, aunque no tengas un trato habitual, aprecias su amistad por su honestidad, su profesionalidad y porque hemos crecido paralelamente en distintos medios pero nos hemos cruzado muuuchas veces, te encorajina comprobar qué poco importa
ahora en esto del periodismo ser íntegro y poseer la ética y deontología que merece esta profesión tan envilecida los últimos años.
Y no, no te consuela haber pasado por ese trance. Todo lo contrario. Cuando sabes que no solo es buena gente la afectada sino excelente periodista la que vé su labor de décadas sacrificas, te asquea (con perdón) un poco más todo este periodismo de grandes magnates o grupos mediáticos que maneja a la prensa y, en consecuencia, a la sociedad.
Aquí escribiré lo que le he dicho a ella. “La prensa es la artillería de la libertad”, publicar en twitter o Facebook no es SER PERIODISTA. Por lo tanto, menguar la presencia de medios es reducir todavía más la libertad.
Por eso, hay jornadas que mejor callar, no opinar en exceso ni mostrar la amalgama de sentimientos (buenos y malos) que experimentas.
Ya sabéis que aquí soy demasiado transparente y, precisamente por ello, en ocasiones, hay que aprender a silenciar emociones. Es una de las lecciones que te ofrece acumular experiencia y años.
Además, todos nos movemos en nuestro entorno profesional con problemas o inquietudes que son difíciles de transmitir. Quién no ha tenido un día malo en su trabajo y al llegar a casa agotado y preguntarte tu pareja “¿qué tal el día?” respondes con monosílabos o provocando una discusión que, sin respuesta directa, le das a entender perfectamente que la jornada no ha sido muy “buena”.
Por eso, no voy a explicar aquí mi hastío hoy. Esta noche no es un buen bálsamo escribir porque hay decepción y hay rabia y la combinación de ambas, en casi todos los aspectos de la vida, no prevé ningún buen resultado, tampoco para enfrentarse a la pantalla como terapia.
En este cambalache de sensaciones que vivimos en este confinamiento, no solo el ánimo, son muchas las cosas que provocan constantes bandazos y hay que ser muy precavido para superar las tempestades.
Al final el mes de abril se despide, ayer (bueno hoy a primera hora de la madrugada del miércoles) ya le dije adiós. por eso ahora solo le diré:
Au adéu, comence el meu comiat
a tot el temps passat.
Bon vent i barca nova!