Día 48 de #QuédateEnCasa

Bona nit amig@s, aviso que hoy afronto este momento diario con un mucho de meninfot (lo siento pero no encuentro en castellano una palabra que describa este estado. Imagino que, más o menos, todos sabéis a qué ánimo me refiero). Os lo adelanto antes de seguir porque no sé si al final le daré al Enter, hoy nos quedaremos sin diario o ahora dejo aquí plasmado todo y mañana, cuando con el nuevo amanecer me siente ante el ordenador, borre la publicación.

La verdad es que os confieso que muchas veces lo pienso. Cuando acabo de publicar no reparo en ello; pero en algún momento se me cruza por la mente ¿qué le importará a alguien si he tomado el sol o estoy afónica?, ¿me habré mostrado demasiado transparente y habré dicho lo que no debo? ¿Estoy desnudando demasiado esas inquietudes que, puesto que no soy excesivamente empática o abierta, mucha gente desconocía de mí?

No lo sé. Todo el pudor que me ruboriza cuando adquiero conciencia de lo escrito, ahora no lo percibo; me sonrojo solo cuando alguien te comenta una frase o te dice, por ejemplo, que si sigo tan obsesionada con las canas cuando me vean, directamente solo se van a fijar en el pelo, en tono humorístico, claro. Pero son después de esos comentarios cuando reflexiono sobre aquello que escribió Oscar Wilde, “un poco de sinceridad es algo peligroso, demasiada sinceridad es absolutamente fatal”.

Y yo tengo la mala costumbre de ser “casi” excesivamente sincera a estas horas ante esta pantalla, lo que, si se cumple la teoría del escritor irlandés, convierte este diario en “fatal”.

La realidad es que olvido que hay receptores, no reparo en que estáis ahí y me lanzó literalmente a la piscina. Además, acuso otro defecto y es no releer lo que aquí vuelco. Yo me acomodo ante esta pantalla y, como diría mi amigo Josep Forment, “vomito” lo que siento. A veces las palabras surgen solas, en otras ocasiones se desbocan y has de controlarlas, y las hay en las que das vueltas y vueltas sin encontrar el vocablo adecuado; pero eso sí, cuando acabo, Enter y au! Cerrado el día.

Esto me recuerda aquel artículo que leí sobre la existencia y los efectos de la “literaterapia”. En él, Margarita Terragona, académica de la Universidad Iberoamericana, exponía que "la utilidad de escribir situaciones de inestabilidad tiene un impacto muy favorable a la persona que lo hace y si es de manera diaria, durante un lapso de 10 días, logrará verbalizar pensamientos profundos y plasmar aquello que sintió en el momento del evento, cómo vive y todas las emociones y reflexiones que derivaron del suceso que describe para sentirse mejor".

Estas palabras fueron escritas en un artículo publicado en octubre del año 2013. No podía imaginar en el momento que lo guardé que iba a retratar tan bien una situación tan singular y extraña como la que ahora vivimos.

Eran aquellos tiempos de ritmo frenético donde mi barco daba bandazos para afrontar una travesía que solo unas semanas después viviría una enorme tempestad con el cierre abrupto de Ràdio 9 y con él, mi lugar de trabajo durante dos décadas.

En fin, como era de prever, me he desviado totalmente de mi argumento inicial pero es lo que pasa cuando comienzas a escribir y recurres a lo que la profesora Terragona denomina “literaterapia”.

Hoy iba a contaros que, a pesar de que la mañana ha sido ágil y fructífera incluso mis compañeros han trabajado un par de temas por los que, aunque creo que ellos no leen esto, quiero felicitarlos por su instinto periodístico. Y por su responsabilidad y amabilidad para facilitar mi tarea desde la distancia. Es un orgullo trabajar con ellos.

Sin embargo, ya se sabe lo de la inmediatez de la noticia y esta mañana ha sido más larga de lo habitual, con lo que la comida se ha retrasado y, aunque a primera hora de la tarde tenía una de esas video charlas grupales, todavía he podido sentarme un rato a tomar el sol. Lleva cinco días con nosotros, solo se escurrió una tarde, pero el resto ha decidido venir para aliviarnos la etapa de “desconfinamiento”.

La video conversación se ha extendido más de lo previsto y me ha impedido cumplir con otra tarea programada para hoy con mi “familia” semanasantera.

Eran las 7 y ya, como decimos en valenciano, había ido “tot per l’aire”.

No obstante, como seguía ahí el sol, me he sentado unos minutos para intentar ¿recomponerme?; pero, el calor que hoy hemos tenido en Valencia (un máximo de 25º) y la modorra me ha envuelto demasiado, cuando he abierto el ojo ya no era hora ni de yoga, ni de baño y además estaba de nuevo afónica (empieza a mosquearme la facilidad con que pierdo la voz. En cuanto hablo una hora seguida, mis cuerdas vocales se declaran en huelga y resulta realmente molesto tener que esforzarte para hablar y respirar al mismo tiempo. Supongo que será otra de las consecuencias de esta cuarentena con tantos silencios. Le diseñaré también un plan de desescalada, tal vez funcione y vuelva a su normalidad y no a una “nueva normalidad” de afonía vespertina permanente).

Hacía calor, y eso que yo soy friolera y el viento ofrecía una sensación térmica menor a la real, pero era momento de recurrir a ropa más ligera. Al abrir el armario y ver todos esos jerséis de lana que, al menos los próximos meses no voy a necesitar, he procedido a comenzar con el cambio de armario, sacar la ropa estival e iniciar las lavadoras.

No he calculado el tiempo. En el verano el sol entra en mi terraza sobre las 16.00 h. y permanece hasta que se pone, menos mal que he recibido una llamada de una de esas amistades inefables y me he percatado que eran ya cerca de las 21.00 h.

Uff!!! Toda la ropa en el suelo, pero claro, era necesario guardar toda la vestimenta invernal. Al final otra vez iba a cenar a las tantas….

Bueno, ¿y qué?, ¿otra vez iba a estresarme en esta etapa de, teóricamente, “desestresante”? Vale, mañana tengo una videoconferencia importante a primerísima hora pero no me voy a agobiar.

Amontono la ropa por colores, pongo una lavadora, la ducha, la cena (hoy era fácil, solo poner el pescado en el horno, así que mientras, he podido cumplir con el envío de las previsiones a los compañeros) y aquí estoy ahora. Meninfot total. Y eso que es tarde. Volveré a tener que manipular el horario de publicación de este diario hoy miércoles 29 de abril…y además, me he enganchado al libro de Alfonso del Rio y ya voy cuesta abajo para conocer cómo concluye la historia. No me gusta la novela negra por eso, me hipnotiza y más que leer, devoro el libro hasta llegar cuanto antes al final. De hecho, ya os voy a dejar porque veo ahí el ebook y es una excitante tentación. Sí, no solo escribir es terapia, leer es otra de las liberaciones mentales que te ofrece la capacidad de sanar heridas emocionales y evadirte de realidades como esta que ahora vivimos.

Así que ¡¡bona nit!!, mañana marchará el mes de abril, ese al que hemos sobrevivido, ese que ni Sabina cuando le cantó, preveía que algún día nos iba a ser robado a millones de personas…pero eso será mañana, aunque, son más de las doce, en realidad, ya es hoy.

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