Bueno, pues ya está. Se acabó la Semana Santa y en principio, ahora tocaría volver a una rutina donde la pascua, comerse la mona y el panquemao y empinar el cachirulo con los niños se alternaría con la jornada laboral de los adultos; pero el destino nos ha engañado. Este año 2020 mañana será como hoy o como ayer. Aquí continuamos, en la prisión de un hogar donde hemos aprendido a estar aunque a veces falte el aire.
Seguimos con el hambre de abrazos y de esas caricias que no guardamos en el armario para época de escasez. Porque ¿quién imaginaba una primavera enclaustrados? ¿Quién sospechaba que habría un día en el que las calles estarían llenas de soledad? ¿Quién imaginaba al silencio como reinante de un pueblo alborotado?…Quién lo hubiera dicho.
Quién sospechaba que nada ni nadie pudieran osar a retar a esta sociedad del siglo XXI repleta de futuro. Ella, que se erigía egocéntrica, arrogante y soberbia… Quién sospechaba que pasaría a ser mera observadora de un cuadro en el que es una actriz pasiva que observa perpleja cómo un bichito la ha adormecido (solo en parte porque continúa la desvergonzante imagen en la clase política con reproches, mentiras e intereses amorales…y las redes sociales como espada que blandir contra…casi todo).
Hoy leo, que hace solo unas semanas, este era el día que íbamos a volver a la “normalidad”.
Sin embargo, hoy, domingo 12 de abril la ciudadanía sigue inmersa en esta pesadilla.
Antes del Covid-19 los sueños y las pesadillas se circunscribían a la noche pero ahora, aunque la noche despierte, sigue real esta condena y da igual reír que llorar, el tiempo permanece quieto.
Antes de… el domingo era el día donde acumulabas lecturas de artículos que poder leer durante toda la semana. Era el día del fútbol (bueno, eso me podéis decir que era incierto, porque fútbol había casi todos los días), aunque el recuerdo añejo nos dirige la memoria al domingo de fútbol y de lecturas que eran imposible devorar en una sola jornada y que archivabas para nutrirte de artículos que te invitaban a la reflexión durante toda la semana.
Ahora el día es largo y puedes engullir cada noticia, te da tiempo. ¡Será por tiempo!
Entre esas lecturas me paro en la que me recuerda cómo hoy finalizaba eso del estado de alarma, del que pocos sabíamos aquel lejano 14 de marzo en el que, incrédulos, nos lanzamos a comprar despavoridos entre aturdidos e ignorantes por temor a no sabíamos qué.
A igual que nosotros, los “responsables” políticos, sanitarios, autoridades internacionales, etc. estaban abducidos por la ignorancia.
Ante esta real coyuntura vivida, no deja de enojarme algunos de esos artículos u opiniones que mantienen su altanería en momentos de desconcierto generalizado y globalizado. Solo hay que dar un vistazo a las cifras de víctimas del Covid-19 en los todopoderosos EEUU y la ignorancia e incompetencia de su presidente y todo su poderío político, científico, económico...
El mundo vive desorientado y nadie, absolutamente nadie, de igual forma que fue incapaz de prever qué era eso de “la pandemia del coronavirus”, dispone hoy de la facultad para discernir el futuro. Su incertidumbre es la nuestra y juzgamos y criticamos y nos enojamos y nos dividen o nos dividimos, y no entendemos y buscamos posibilidades y añoramos lucidez.
Porque aquel 14 de marzo las dimensiones de la contienda ofrecía un límite, el 12 de abril. Sin embargo, casi un mes después, aquí estamos, con alguna experiencia en manejar esta extraña rutina que incluso hemos aprendido a domesticar. Disponemos hasta de la competencia suficiente para enderezar el volante cuando tambalea nuestro ánimo y ya no nos vanagloriamos con que “el futuro es nuestro”. No. Simplemente, instalados en nuestra atalaya, recelosos y perplejos, esperamos sin atrevernos a vaticinar.
Y eso parece que cabrea a una parte de la sociedad que, hábilmente, intenta “arañar los sentimientos y erizarnos la piel” sabedores de aquella frase (perdón no recuerdo el autor) de que “hoy la piel es de quien la eriza”. A las emociones es hacia donde endilgan los discursos políticos y lanzan sus huestes los mensajes en redes sociales y en los medios de comunicación…al grito callado de “la revolución”.
Cuidado con lo que se lee y con la capacidad de discernir entre verdad y ficción. Todo personaje que sale rodeado de libros no aglutina la sabiduría que exhibe sin rubor.
No obstante, ahí están, creyendo que no somos nadie.
Yo, hoy he leído artículos que me repelían incluso en su titular y que por eso prefiero no publicitar, también otros escritos por personajes de esos que se dejan llevar en su argumentario por el humor del día y que trafican con el rendimiento que sus mensajes le van a permitir disfrutar cuando todo acabe….Confieso que cuanto más he leído más me ha encorajinado todo lo leído.
Por ello, amigos y amigas, utilizo este pequeño muro solo para solicitar el despertar de nuestras conciencias limpias, en la que no entren las impurezas y las toxinas que nos lanzan desde los medios de comunicación o los amigos o familia en los grupos de washap.
Receptores de estas palabras, por favor, no permitan que nada ni nadie desvanezca nuestra capacidad de pensar, de creer, de participar, de criticar, pero también de construir. No, el futuro no será nuestro ni la sociedad habrá cambiado tanto el día que salgamos de este confinamiento, solo hace falta dar un ojo a la prensa dominical.
No seamos incrédulos, así que no creamos que el porvenir lo podremos controlar porque aplaudamos o cantemos a las 20:00 h. El mañana lo diseñaremos si no olvidamos y actuamos desde nuestros pequeños mundos para evitar habitar en un país empobrecido con espíritu languidecido y con moral resquebrajada cuyo confinamiento le ha hecho crecer pero en involución.
Algunas lecturas de sesudos personajes nos conducen a esta conclusión, es más, no seamos ignorantes, brindarían si así fuera. Po eso, no seamos inocentes, no seamos el pueblo que muchos de los colectivos poderosos quieren. Huyamos de la tentación de convertirnos en esa sociedad que describe Elías Zanetti en “Masa y Poder”.
Ya os he hablado del libro varias veces y de cuán de fácil es manejar nuestras propias conciencias, pero hoy, después de una tarde larga de lectura, perdonad, pero no me he podido enfrentar a esta pantalla para trasladar banalidades con las que intentar entretener a estas horas un domingo de resurrección cuando lo que necesitamos es resucitar nuestros valores y principios sanos sin toxinas ni alaridos que los enarbolen.
Decía John Lennon que “La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes”. Y nosotros, erre que erre en evitar interiorizar tan excelente reflexión y dejando que los planes nos los organicen otros.
En esta coyuntura que nos ha tocado en presente no cabe aquel ritmo estresante que nos obligaba a hacer continuamente planes. Ahora podemos programar, planificar, hacer previsiones, diseñar intenciones e incluso aferrarnos a proyectos con perspectiva y objetivos; pero estos han de ser nuestros y, aunque no debería ser necesario experimentar este confinamiento para centrarnos en ello, con él hemos comprobado cómo un bicho sesga una vida para aprehender que no solo sobrevivir va a ser importante.
Como decía Óscar Wilde “Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo”.
No existamos…vivamos. No es esta una época de deleite permanente; pero todo dependerá de nuestra actitud cuando esto acabe. La naturaleza ha querido mostrar su potencial y no solo ser un recurso y ahora la lucha es discernir por dónde va a navegar nuestra voluntad.
El equilibrio mental lo facilita el vivir el presente. Un buen amigo ha luchado durante años para inculcarme una mentalidad que deberíamos llevar de serie al nacer. Él me ha enseñado a aceptar la realidad, a luchar por objetivos alcanzables, a no adormecer el hoy con ensoñaciones irreales y a aceptar lo que cada momento nos exige.
Ahora toca aceptar esta etapa, pero no adormecer los sentidos.
Por ello, recurro al argumento de A. Einstein cuando aseguró que “Hay dos maneras de vivir la vida: una como si nada es un milagro, la otra es como si todo es un milagro”.
La sociedad nos establece demasiadas normas, los valores, la ideología o la religión (incluso para los agnósticos) han lacrado demasiado los comportamientos, pero ahora ha llegado el momento de definir nuestro mañana en el que, serán necesarios los principios éticos de solidaridad, generosidad y proximidad que muchos están escenificando en estos ratos de encierro.
Pero son gestos que se desvanecerán cuando perdamos la energía para implantarlos como pueblo en una sociedad tan carente de ellos.
Leyendo hoy he vuelto a constatar esta idea para convertirla en afirmación. Si nos dejamos embaucar nos devorarán de nuevo, porque ya no sirven los vaticinios de un siglo XXI repleto de futuro. Nada va a ser un milagro, aceptemos la realidad y pensemos. Que no nos seduzcan ni hipnoticen, son más de 30 días confinados...
Lean, vean, escuchen, pero no se cieguen ni ofusquen porque solo desde la reflexión serena será productivo este tiempo de siembra…el resto, nos condenará solamente a ver la vida pasar y de eso, después de más de 30 días, no sé vosotros, pero yo estoy bastante harta.