Hoy, día mundial del abrazo, no deja de ser paradójico que se celebre un gesto carente o escaso de ofrecer y recibir desde hace demasiados meses. La ausencia de la caricia que representa encerrarse entre dos brazos está generando infinitud de problemas psicológicos, pero también fisiológicos.
Hace un año, 12 meses solo queríamos salir de la jaula en la que se había convertido nuestras casas. Soñábamos con un paseo, con sentir a nuestros familiares y amigos no solo a través de una pantalla digital, queríamos “libertad” de movimiento, olvidar el teletrabajo, recuperar nuestras rutinas, ir al cine o al teatro, visitar museos y no solo realizar paseos virtuales, devorar lecturas o atracarnos de series de televisión.
Idealizábamos nuestros automatismos mientras divagábamos sobre cómo sería nuestra rutina post-confinamiento cuando apenas habíamos comenzado a escuchar eso de nueva normalidad.
Pretendió que aquel adiós no fuera el final. Intentó que aquel primer día no fuera, al mismo tiempo, el último, pero tras cruzar aquel umbral y no mirar atrás, ella percibió que sí, el primero sería el último.
Desde aquella puerta percibió que lo vivido ya era caduco y el instante sería eterno en el recuerdo, pero irrepetible en presente.
Era un número bonito. Lo tenía todo para ser un año redondo, pero hoy, 366 días después, (sí, bisiesto, hasta en eso ha sido raro) le decimos adiós sin ningún calificativo positivo que acompañe a este 2020.
No solo no ha cumplido las expectativas, sino que colectivamente ha zarandeado casi todo: principios, valores, rutinas, costumbres, hábitos, relaciones, amistades y ha aniquilado momentos, matado sueños, arrasado ilusiones, humillado esperanzas, robado besos y despojado de abrazos.
Y llega la navidad con el ánimo convulso, con las ganas agotadas, ahora que nos cuesta recibir un simple abrazo, que ni nos tocamos, que casi hemos tenido que poner a recaudo el corazón para evitar que cada latido sea un gemido por las ausencias obligadas, las voces no escuchadas, las distancias emocionales, los instantes no compartidos… tengo la cabeza abrumada y los sentidos desorientados.
El estrés de esta coyuntura pandémica concilia ratos de angustia con anhelos, leves alegría, con recovecos de inquietudes e ilusiones con añoranzas que nos trasladan a vivencias convertidas en recuerdos melancólicos.
Entre esas morriñas está el poder viajar y volar lejos de las rutinas y quebrantos cotidianos. ¡Cómo echo de menos viajar!,
Con una regular periodicidad, el excelente guitarrista y amigo, Toni Cotolí, suele enviarnos algún vídeo grabado con alguna de sus magistrales interpretaciones que anuncia con un Hoy te quiero invitar a Soñar.
Muchas veces, en ese mismo instante no disponemos del momento que nos permite imaginar cómo sería ese sueño porque tenemos voracidad por hacer, actuar, realizar…o simplemente estamos ocupados y parece que no nos podemos parar a soñar o ¿ilusionarnos?
Dice un refrán valenciano, per les costes de Llevant, el diluvi i la inundació, fan a l'octubre la seua aparició.
No ha sido agua lo que nos ha bañado en esta primera jornada del décimo mes de un año que sí, como dice la publicidad de no recuerdo qué producto, no ha sido cómo esperábamos, pero si se ha iniciado con cierto diluvio de extrañas sensaciones que se iniciaron con una madrugada de esas largas que parecen haberse asentado en demasía desde que decidió llegar el maldito bicho por nuestra cotidianeidad.
Y nos decimos adiós...o hasta luego; aunque sabemos que lo vivido las últimas jornadas son un hasta siempre.
Desde luego, no creo que sea la última vez que volvamos a vernos; no es esa mi intención ni mi deseo, a pesar de la imprevisibilidad con que la vida nos proyecta el devenir y cómo muchas perspectivas son pocas veces coincidentes con los bocetos que nuestra voluntad traza.
Junio va pereciendo y en este, su último fin de semana, aprovechas el regalo que te ofrece disponer de la oportunidad de conjugar la placidez del relax y la efervescencia de una intensa actividad.
La vida es así. Hay días largos pero vacíos y hay jornadas en las que posees una capacidad energética que te conduce a realizar infinidad de esas “pequeñas cosas” que, como cantaba Serrat, “te tienen a su merced”.
A su merced te sorprenden por ejemplo una noche serena de viernes que no preveía una nocturnidad repleta de algunas de esas “extrañas cosas”. A veces pasa, te duermes plácidamente rendida tras sumar varios días intensos, pero tu subconsciente no sigue esa candidez y prefiere “seguir su fiesta” mientras tú te crees acunada por Morfeo.
No sé quién fue el primero en utilizar esa frase tan manida de “nadie dijo que sería fácil”. Y así ha sido. El pasado domingo a estas horas me hallaba inmersa en un abanico de nervios e incertidumbre mientras me preparaba para volver a mi lugar de trabajo. Y no, no ha sido fácil. Inesperadamente no está resultando sencillo “desescalar”.
Va de Bo!
Llegó el momento. Iniciamos la segunda fase de la desescalada.
Atrás quedan los días grises, las jornadas de lluvia, el encierro impuesto, las videollamadas, las celebraciones familiares internautas, los conciertos gratuitos en directo a través de plataformas digitales de conocidos artistas, la Semana Santa Marinera que no fue, las horas de ejercicio físico, aquel día que ¡por fin! comí el arroz de mamá, los libros devorados, los aplausos a las 20:00 h, las historias no publicadas, el aburrimiento, la soledad, el silencio y…este diario.
En unas horitas toda España habrá salido del 0 post-covid. Toda la sociedad estará en esa fase de “desconcierto”. Antes de ello, decimos adiós al primer finde del camino hacia la “nueva normalidad” (uff!! mira que me cuesta utilizar esta extraña expresión que recuerdo, ha acuñado la OMS). Dos días que personalmente han estado marcados por una apatía ....
Primer sábado de desconfinamiento. El paisaje son imágenes de coches llenando las calles (lo de las banderas prefiero un “no comment”, porque solo se cruzan por mi mente palabras como miserable, mezquindad, insolidaridad, vergüenza, sonrojo, miedo…es decir, mejor “no comment”), los helicópteros sobre las playas, las terrazas llenas (pero eso sí, el consumo es solo una cerveza o un refresco y un plato de patatas fritas o “cacau”, pocos son los que proliferan en gasto), los reencuentros de amigos (sin abrazos ni besos), las mascarillas…y el sol, que se hace visible acompañarnos durante más horas.
Es el momento, ya llegó.
Ahora que se acerca el final, estoy rara. Yo no sé vosotros pero a mí, esto de la desescalada me ha desubicado bastante. Solo faltaba que además se funcionara con fases. No solo hay día y noche, ahora hay territorios donde la familia y amigos trabajan, otros donde no, hay horas en las que algunos están de paseo, otros no, etc.etc.
Durante el confinamiento el día a día era más homogéneo y al estar generalizados los tiempos consolaba sentirse unido al resto de conocidos, amigos, familiares, pero ahora….
Esos días parecen tan lejanos.
Ya casi se ha consumido esta primera jornada de esta #Fase1 en la que continúan las incertidumbres pero las circunstancias son más soportables. Toca establecerse en el presente y apartarse un poco más de los sonsonetes apocalípticos de algunos corifeos mediáticos (incluyo aquí también los mensajes y campañas esgrimidas a través de plataformas sociales digitales).
Sin embargo, personalmente confieso que sigo inmersa en un pavor a la calle que me aturulla. El aislamiento social de los últimos dos meses ha sembrado en mí una alta dosis de temor al gentío.
Esta fase 0 se cierra hoy, casualmente el Día Mundial de Internet y la jornada que precede al Día Internacional de los Museos. Por eso, hoy domingo a través del mundo digital he realizado un paseo virtual por varias salas museísticas, un rastreo que me ha ocupado buena parte de esta tarde de domingo de un 17 de mayo (San Pascual, així que cosins, tio i iaio, allá on estigues, FELICITATS) perderme entre las exposiciones que te llevan allá donde no sabes cómo hacerlo.
Yo me considero una analfabeta en ARTE, no tengo capacidad para valorar la calidad de una obra, solo sé ante qué me enajeno y cuáles son las sensaciones que me provoca contemplar un cuadro o una escultura.
Llega el momento de encontrarnos con la realidad. En poco más de 24 horas iniciaremos por aquí la Fase1, esa que la pasada semana nos encorajino no alcanzar y que ahora, “celebramos” como el logro de quien consigue un objetivo altamente ambicionado. Intentar ver el final sin hallar la salida es complicado. Ahora se abre un sendero…
Sin embargo, no voy a reiterar en la necesidad de la autorresponsabilidad para seguir avanzando, ni voy a dar abono a las bestias carroñeras que han proliferado sin disfraz a borbotones los últimos dos meses por todos lados.
Os aseguro que se está convirtiendo en un lio ubicarme. No sé si estoy en fase 0 o fase 1, si he comenzado la desescalada o sigo rehén en el confinamiento. Me consta que algunas de vosotras/os atravesáis una nueva etapa, otr@s estáis ya trabajando, los hay que continuáis con el teletrabajo e incluso, me consta, que en este grupo de amistades también hay quienes permanecen encerrados en casa, sin apenas aprovechar esas horas (con tanto cambio, también cuesta aprenderse el horario en el que, depende de la edad o tipo de ejercicio a realizar, puedes estar en casa o en la calle) de “libertad” fuera del hogar.
Ayer no hubo diario, hoy tocaría jornada doble, pero al inicio de este escrito no percibo que vaya a explayarme en exceso.
Después de dos meses, las rutinas son demasiado monótonas, las variaciones en la cotidianeidad son mínimas y las reflexiones y opiniones que se alborotan en mi mente no son proclives a ser publicadas en esta red social.
Quizás, porque algunas de ellas son visionadas desde el prisma de unos principios y valores muy personales, basados únicamente en mi educación, mis sensaciones, mis pensamientos, creencias, ideología, conciencia, etc. Y, sinceramente, aunque esta red social es abierta a diversos contenidos, yo no la concibo como la plataforma más adecuada para publicar opiniones o comentarios que puedan generar debate.
Asumida la realidad, toca desentrañar de ella los detalles que la han modelado. Encuentras razones si cierras con candado las emociones, escondes los sentimientos y oteas con frialdad, estadísticas, argumentos, comportamientos, actitudes…
Has escalado una muy alta montaña, has creído sembrar nuevas semillas donde solo se divisaba un erial, pero, una flor no brota por más que la riegues sino le dejas tiempo.
Hoy comienzo esta publicación antes de cenar y con un fin, más que nunca, terapéutico. Porque no me entra ni el agua en estos momentos. Ahora, aquí solo quiero utilizar esta pantalla para vomitar, y no en el sentido metafórico con el que me instaba a ello mi añorado amigo Josep Forment, sino con todo el asco que me genera la irresponsabilidad, insolidaridad, estupidez, egoísmo, irracionalidad e incluso indecencia de una amplia mayoría de esta sociedad en la que cohabito.
En el inicio de esta semana de desescalada se predecía una imagen apacible, pero poco duró la dicha porque pronto esta etapa se convirtió en una alta montaña de pronunciada subida. El optimismo al vislumbrar cierta perspectiva más nítida ha quedado diluido. Y, por primera vez en esta extraña coyuntura, he llegado a sentir envidia de algunos de mis conciudadanos.
Este martes es de esos días que…no apetece. Y eso que la noche es mi momento preferido para hablar aquí, pero hoy no tengo anécdotas, solo ideas confusas y pensamientos ambiguos.
La noche es mi mejor lugar para el reposo, ubicar las sensaciones y dejar la mente vacía de esos más de 70.000 pensamientos que, según los expertos, se cruzan por nuestro cerebro cada día, incluso en esta época de aturdimiento marcada por el confinamiento.
El primer día de la fase 0 o del desconfinamiento o de la desescalada, ha sido un alto muro que ha precisado del ímpetu y energía que necesita superar una cuesta casi totalmente vertical cuando esa es la posición de un genérico malestar.
Dicen los aficionados a correr que entre muchas sensaciones que experimentan al calzarse las zapatillas hay una que destaca y es la sensación de libertad cuando vuelas contra el viento y, enajenada la mente, es el cuerpo el que marca tu ritmo.
Hoy, #Día51 y último de “QuédateEnCasa” (ya está decidido, mañana comienza el diario de #Desconfinamiento), son varias las “efemérides” que hemos de repasar en este día.
En primer lugar, sí, hoy ha sido el “día de la madre”. Ese día señalado en el calendario para loar a quien debemos la vida. Nadie cocina como ellas, nadie nos ha cunado jamás como ellas, nadie nos retrata con solo una mirada como ellas, nadie celebra nuestras alegrías como ellas, nadie soporta nuestros ataques de mal genio como ellas…
En este primer día de salida a las calles, yo me he quedado en el intento. Claro, tengo ventaja, dispongo de terraza y veo desde ella el mar, además con el calor que hoy ha apretado, hasta he estrenado la época bikini. Tumbarse bajo el sol, con música de fondo y un poco de lectura, era una tentadora opción no menos atractiva que huir del encierro doméstico.
Abrimos mes con uno de esos días en los que he dormido apenas unas pocas horas (a qué mala hora escogí un libro con una trama con tanta incertidumbre. Lo que me faltaba para acrecentar mi insomnio. El próximo va a ser una novelita romántica que siempre acaba bien, no un thriller con dos historias paralelas que me tiene enganchadísima).
Hoy el día ha vuelto a ser demasiado largo. Y hoy sí que, el ánimo no es malo, pero sí el cansancio. Llevo días un poco saturada del monotema que me ocupa más horas de las que debería en mi trabajo. Estoy harta de filtraciones interesadas, informaciones censurables y protocolos, una palabra que diariamente la última semana habré repetido cerca del centenar de veces (no me extraña estar afónica). No entiendo mucho, solo sé que estoy un poco hasta…. Sí, hasta las narices del universo futbolístico, ese en el que hasta los periodistas formamos parte (y por desgracia, cada vez más interesada).
Bona nit amigos, aviso que hoy afronto este momento diario con un mucho de meninfot (lo siento pero no encuentro en castellano una palabra que describa este estado. Imagino que, más o menos, todos sabéis a qué ánimo me refiero). Os lo adelanto antes de seguir porque no sé si al final le daré al Enter, hoy nos quedaremos sin diario o ahora dejo aquí plasmado todo y mañana, cuando con el nuevo amanecer me siente ante el ordenador, borre la publicación.
Hoy me vais a permitir que recoja en este momento mis sentimientos como periodista y como aficionada al fútbol, dos factores que pueden resultar triviales en un día que parece que nos han mostrado el sendero que nos ha de llevar a una nueva luz, una “nueva normalidad”, un concepto que ofrece un bonito titular pero que, igualmente, puede ser esgrimido por los buitres sagaces que se sienten cómodos en la “anormalidad”. Pero de eso mejor “hablamos” mañana.
Hoy inicio este diario cuando ya hace un buen rato que ha entrado el martes 28 de abril. No obstante, para no romper la rutina y, como esta plataforma de Facebook te lo permite, asignaré el 27 de abril como fecha de este escrito.
Al fin y al cabo, si el auto compromiso de este diario era retratar cómo se desarrolla cada día de este encierro, el de hoy, lunes 27 de abril de 2020, para mí todavía no ha concluido. Porque, ¿se puede estar estresada encerrada en casa y sin, teóricamente, premura de horario para casi nada?
Parece que ni el sol ha querido perderse la salida a la calle de los niños después de más de cuarenta días confinados. La alegría de los abuelos al contemplar desde los balcones o ventanas a sus nietos ha sido como contemplar una rosa y sus espinas. Por un lado, saborear la belleza de la flor al volver a ver en vivo a los pequeños, por otro, las espinas de asumir la crueldad de un estado de alarma que, hemos de recordar, continúa en vigor.
Pues ya está casi. Noche de sábado y estamos a punto de culminar la primera semana desde el comienzo de este estado de alarma sin lágrimas. Reordenar archivos de papel y digitales fue una genial idea. Encontrar las columnas de un pasado que tenía casi olvidado se ha convertido en un efecto terapéutico que me ha permitido vencer psicológicamente todos los contingentes que parecían insuperables en este confinamiento.
Pues ¡por fin es viernes! En circunstancias normales (eso que era rutina antes del covid) casi saltaríamos ante el significado implícito de esta frase (bueno en algunas profesiones, en otras es el inicio de la vorágine laboral).
Sin embargo, en esta maraña de días en la que estamos atrapados TODOS, cuando miras el calendario, al grito de ¡por fin es viernes! Solo te nace responder ¿Y qué?
Otro día de vaivenes, 23 de abril, Sant Jordi. En esta jornada, no solo es el día mundial del libro, sino la onomástica de 3 de los hombres de la familia. Una fecha siempre de excelentes recuerdos que además abarca otros acontecimientos como la boda de mi hermana pequeña (hace hoy 15 años) o algo que puede ser más baladí pero, enamorada de la ciudad como lo he estado (creo que todavía lo estoy) el día grande del libro, una diada especial en Barcelona que he podido vivir in situ dos veces.
Aviso que afronto sentarme ante esta pantalla hoy bastante crispada. No sé si es mejor entrar en fase de melancolía que en este estado de rabia porque, cuando no tienes compañía para que pague los platos rotos, es muy tentador arrojar sobre una pantalla (o en cualquier red social) todo esta ira que te genera una situación que, por mucho que la disfracemos (y nos disfracemos), está en un tris de pasar de muuy larga a insoportable, con mucho de fastidio y tedio y con una alta dosis de irritación e irascibilidad.
Hoy 21 de abril que me retaba a evidenciar la fortaleza de esa nueva actitud que ayer intenté capturar de entre tanto quiebro emocional sufrido los últimos días. El desafío personal gestado ayer con altanería se topetaba hoy con todas estas amenazas, triviales en otra coyuntura, pero provocadoras en esta etapa de encierro.
Hoy, tras dormir SOLO poco más de 4 horas de reloj (y no seguidas) y después de acabar el dramón del libro de Víctor Frankl en las que, narra cómo prisionero en un campo de concentración intenta buscar razones para continuar adelante con dignidad, su lectura me ha permitido abrir la conciencia y elegir como lección esta frase: A un hombre le pueden robar todo, menos una cosa, la última de las libertades del ser humano, la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancias...
El coronavirus nos tiene totalmente conquistados, ha invadido nuestras vidas en absolutamente todos los sentidos. La necesidad de obstruir, COMO SEA, la expansión de un virus que suma cada día muertos por encima, o cerca del medio millar de personas fallecidas tiene colapsado al país (también a buena parte de Europa y del mundo, pero no vamos a ir mucho más allá ahora por desconocimiento de qué pasa en realidad más allá de nuestra proximidad).
Entre rayos y relámpagos hemos borrado del calendario este sábado de abril (otro nefasto sábado) en el que sigue resistiéndose a brillar el sol para ver más luz en esta fortaleza donde permanecemos cautivos.
Una muralla que va más allá de las paredes de nuestro hogar y que extiende la sensación de vacío al mundo que nos envuelve.
Cuando está a punto de finalizar la ¿cuarta? semana de confinamiento, cuando se acerca el fin de semana que, para la mayoría de la sociedad, no es más que un día más pero con más opciones de programación televisiva y menos programas de radio, seguimos rehenes de esta etapa que, por desgracia, nos ha establecido ya nuevas rutinas.
Tiene narices celebrar el Día Mundial de la Voz estando afónica. Esto del calendario marquetiniano está muy bien en determinadas épocas, incluso reconozco que en una etapa profesional pasada se convirtió en un recurso importante como posibilidad de trabajo; sin embargo, hoy me ha encorajinado esta celebración.
El día de hoy ha sido, a nivel político, de una inmundicia moral insultante, no es este muro ni el blog donde se alojan estos artículos diariamente (www.yolandadamia.com), el lugar que quisiera impregnar de veneno en forma de verborrea esta jornada en la que, además, al no amanecer junto al sol siempre afecta a nuestra percepción de la realidad.
Por ello, al igual que hace un par de días desconecté buscando en las cajas de viejos recuerdos musicales, hoy he abierto el rincón donde reposan esos cuentos, relatos y reflexiones, la mayoría de ellas nunca publicadas.
Hoy 14 de abril, día permanentemente vinculado con la proclamación de la República Española de la que en esta jornada hace 89 años, es inevitable evocar el advenimiento de un sistema de gobierno que también tuvo sus vaivenes, aunque nunca una inestabilidad justifica que se zanjara de forma violenta por el estallido de un conflicto bélico. Su brevedad indica que nació acomplejada y con errores, pero muchos de nuestros antepasados murieron bajo la nostalgia de haber vivido un tiempo excesivamente convulso (tal vez el verdadero motivo que la abocó a la muerte), pero repleto de principios de LIBERTAD.
Pues bien, iniciamos otra semana, sinceramente he perdido la cuenta, creo que es la cuarta; aunque ahora dudo, a pesar de que las informaciones se han encargado de recordárnoslo todo el día. Yo personalmente confieso que estoy ya en esa fase en la que me cuesta ubicarme en el tiempo
Bueno, pues ya está. Se acabó la Semana Santa y en principio, ahora tocaría volver a una rutina donde la pascua, comerse la mona y el panquemao y empinar el cachirulo con los niños se alternaría con la jornada laboral de los adultos; pero el destino nos ha engañado. Este año 2020 mañana será como hoy o como ayer. Aquí continuamos, en la prisión de un hogar donde hemos aprendido a estar aunque a veces falte el aire.
Yo no sé vosotros, pero yo estoy un poco cansadita del Resistiré.
Vale que la letra, como se dice comúnmente, viene que ni al pelo para esta coyuntura. Vale que su melodía es pegadiza. Vale que las numerosas versiones que se están realizando son por causas solidarias y eso es un hecho plausible. Vale, que, en la incerteza de este momento, “cuando se cierran las salidas”, “cuando el enemigo eres yo”, “cuando nos amanece la locura por la soledad” o “cuando nos apuñala la nostalgia”…encontrar versos que te ofrezcan mensajes que tu mente no es capaz de confeccionar son un candil entre la oscuridad.
Au! Ya está. Se ha acabado. Después de una semana casi asfixiante, hoy se preveía una jornada depresiva en grado extremo. Me sentía atemorizada y me ha costado iniciar el día que también ha sido laborable aunque por voluntad propia (trabajar telemáticamente últimamente no está siendo agotador y por eso hoy sentía la necesidad de compartir con los compañeros el horario laboral. La escasez de tensión informativa hace desarrollar el instinto periodístico y eso me sigue atrayendo para seguir sintiéndome periodista).
Uff!! Hoy es un día de esos que no. Ni tan siquiera quería abrir el ordenador. Entonces han comenzado a llegar vídeos y fotos y más videos y el corazón se encoge y te pellizca todo.
Dije el viernes que no, no volvería a hablar de la Semana Santa Marinera, pero resulta imposible. Lo habéis visto. En una familia de 10 todos, absolutamente todos, en un momento de su vida ha procesionado en la fiesta de nuestro barrio.
Hoy he percibido el viento dos veces en la cara. Espero que nadie me denuncie por haber realizado dos salidas. Ambas entran dentro de los condicionantes permisivos en este estado de alarma; aunque sinceramente, las dos escapadas estaban acompañadas de la necesidad intrínseca de huir unos minutos de esa sensación de sentirte rehén en tu propia casa.
Aquí estamos otro día intentando serpentear entre las galeradas de este confinamiento que nos desequilibra cada amanecer. No hay incertidumbre, la rutina es tan costumbrista como el paisaje que solo surge cambiante según el sol se abra espacio entre las nubes o estas le ganen la batalla y conquisten la luz para ennegrecer la jornada.
Como seguro ha pasado a muchos de vosotros, este confinamiento me ha permitido realizar un curso acelerado para participar en esto de las video conferencias. Junto a los ya casi tradicionales métodos aplicados desde hace años por Skype, Messenger o washap han proliferado infinidad de alternativas
Sábado 4 de abril. Últimamente temo a los sábados. No importa que nazcan bajo un sol radiante y te acompañe un cierto aire de optimismo. Qué más da, el día evolucionará y se desarrollarán momentos que te magullarán el ánimo y se instalará en ese punto a la derecha del corazón, donde el cuerpo se divide en dos mitades a la altura de la boca del estómago, un pinchazo perenne, al menos, durante algunas horas cuando no durante todo el día.
Hoy para muchos de los que estáis ahí es un día emocionalmente hiriente. Hoy, Viernes de Dolor, en la mayoría de las casas del Cabanyal, Canyamelar y Grau estaríamos planchando vestidos, cosiendo esas capas del último momento, engalanando los balcones y portales, sacando brillo a las varas, encargando las flores, adecentando las imágenes porque hoy comienza la Semana Santa Marinera.
Hace días que comenté que me estaba dejando “esto” de las redes sociales como fuente de desahogo. Pero como todas las adicciones, no rompes con ellas ipso facto.
Por ejemplo, sigo aquí publicando cada noche este batiburrillo de emociones, pensamientos y sentimientos. También, escribo (mucho menos) en twitter, porque ahí sí me he sometido a un alto nivel de autocensura tras comprobar cómo proliferan en este estado de alarma publicaciones que rozan la inmundicia ética.
Esto también pasará. Aunque hoy cueste, aunque la primavera no quiera llegar, aunque el silencio estremezca, aunque a veces haga daño…
Esto también pasará. El sol volverá a brillar, el sonido del mar será melodioso, las imágenes se iluminarán en color, las prisas volverán, los atascos nos desesperarán; pero mientras tanto
El 31 de marzo no es una buena fecha. Desde hace 11 años no es un día bueno. Este día del 2009 la parca se llevó a mi abuela materna, a quien el Alzheimer se la había llevado mucho antes.
Sin embargo, es este día el que marca el calendario como el de su adiós. Un adiós que, aunque progresivo, dolió, pero con el paso del tiempo duele más.
El domingo ha sido soleado pero...callado…hasta que se ha roto sorprendentemente el silencio. En este encierro por momentos estresante, envolverte en silencio acrecienta la tentación de rumiar pensamientos de realidades y fantasías, del ayer y del hoy, e incluso algunos osan dibujar un, actualmente, impredecible mañana.
Una de las ausencias más notorias en este confinamiento es “la comida de mamá”.
Yo soy de las que me declaro, no solo nula, sino totalmente “anti cocinitas”. Siempre he considerado que mi falta de atracción por el “arte culinario” radica en lo poco que me gusta comer, porque, no solo no considero la gastronomía como algo excitante, sino que no recuerdo ningún alimento que me estimule el sentido del gusto.Una de las ausencias más notorias en este confinamiento es “la comida de mamá”. Yo soy de las que me declaro, no solo nula, sino totalmente “anti cocinitas”. Siempre he considerado que mi falta de atracción por el “arte culinario” radica en lo poco que me gusta comer, porque, no solo no considero la gastronomía como algo excitante, sino que no recuerdo ningún alimento que me estimule el sentido del gusto.
Volvió la lluvia. No nos da un respiro. El agua se ha convertido en un aliado del coronavirus para encerrarnos en casa (las últimas 48 horas en el Mediterráneo tenemos además una destacada bajada de temperaturas), pero también para desordenar nuestros sentidos.
Si ayer amanecimos con un sol embriagador y la lluvia se hizo paso tímidamente para imponer su tiranía de los últimos días a media tarde, hoy ha sido la llovizna la que ha abierto el día y se ha mantenido presuntuosa toda la jornada.
Nunca he sido de sonrisa fácil. No sé si definirme como carente de sentido del humor o como pansa o agria, como cariñosamente me llama mi hermana alguna vez. Ella es extrovertida, super sociable, abierta, alegre, es decir, posee todas esas cualidades de las que yo escaseo. Sin embargo, hoy, que ha sido informativamente un día bastante pésimo, he decidido que a esta hora, por qué no repasar todas esas pequeñas anécdotas que también se viven en este confinamiento a pesar de vivirlo físicamente en solitario.
Amigos lectores que estáis ahí, hoy tenéis suerte de la distancia física respecto a mí porque este primer día de la semana mi estado de ánimo ha sido ¡¡¡¡aaaaaggggg!!!! He enlazado casi dos clases de yoga y un baño de espuma con aceites relajantes para lograr bajar la tensión, tan mental como arterial.
Con esto del confinamiento está resultando muy complicado ubicarte en el día de la semana que estás y más cuando aquí en València, esta semana, en teoría, teníamos programadas las fallas y, por tanto, un festivo intersemanal. Al despertar hoy, todavía en estado de somnolencia, he mirado el teléfono que, como creo ocurre a mucha gente, igual sirve de despertador que de calendario.
En este 21 de marzo, día mundial de la poesía, esta clausura forzosa ha recuperado el tono sombrío que ofrece el Mediterráneo enfurruñado, ese que no deja pasar el brillo de la luz que lo singulariza y que tanto anhelamos en este territorio en este primer día completo de primavera.
Al cumplir una semana de este confinamiento era previsible la llegada del día en el que, cuando nunca pasa nada, pase todo. Puede ser una imagen, un pensamiento, una música…algo que se convierte en el punto de inflexión emocional que amenaza tu firmeza y esa aparente estabilidad
Hoy 19 de marzo, Sant Josep y Día del Padre, sin cremà, pero sin lo más importante, sin abrazar a papá, sin besar a mamá, sin ver ilusionada abriendo regalos a mi hermana, sin sentarme un rato junto a mi abuelo y sin celebrar la tradición de la comida familiar.
Sí, desde que recuerdo, el 19 de marzo ha sido siempre el día de la comida de los Melego.
Hoy me he sentido como un delincuente. A esta hora, cuando ya es noche cerrada, todavía me considero casi como una transgresora porque, amig@s, confieso que hoy he roto el encierro obligado por el estado de alarma. Ha sido solo un pequeño periodo de tiempo, unos minutos y por justificación de salubridad pero….
Quinto día de encierro y, a pesar del empeño y la voluntad con que me esforcé por establecer un calendario de actividades diario, hoy he roto mi rutina. Incluso el quiebro a esta extraña cotidianeidad por el encierro covid-19, hace que esta noche me cueste un poco cumplir con esta “obligación” (que me he empeñado en tener) de trasladar mis emociones al final de cada día de este aislamiento.
Todos los que me conocen saben que yo no soy muy apasionada de las Fallas, tan solo durante esa época infantil en la que a todas las niñas es casi inherente que, al nacer en el cap i casal te sientas identificada como fallera.
Ahora, mirando atrás, recuerdo cómo me gustaba vestir el traje de valenciana, pero no era nada sociable en la comisión a la que pertenecía
Si ayer fue el día de desconcierto por el temor a saber cómo podríamos afrontar las jornadas venideras, hoy ha sido personalmente el día del enojo. Una ira inusual en mí que solo se ha aquietado por ese momento de aflicción que me ha supuesto personalmente escuchar el tramo del discurso de Sánchez referido a nuestros mayores.
A veces la vida te ofrece algo. Puede que sea algo que no quieres, o algo que deseas, algo que no te conviene o que no te mereces, pero te lo ofrece. Y muchas veces te lo envuelve como un gran regalo. Pero entonces, ante tal privilegiado obsequio, tienes que decidir desde esa soledad inefable al ser humano, innata tanto en el que vive en sociedad como el que observa el mundo desde una cómoda atalaya protectora, tanto del que actúa movido por sus propios principios, como el que se mueve por esa amalgama de valores sociales, ideológicos o religiosos que incluso en mentes agnósticas parecen marcar muchos comportamientos.
Llegó el día. El trasiego de las primeras horas de la mañana presagiaba que, ahora sí, por mucho que los termómetros sigan superando los 30º, vuelve la “normalidad” al barrio.
María Amparo ha abierto la paquetería antes de las 9, casi al mismo tiempo que Flor y Ramón levantaban la persiana de la papelería donde relucen, con ese aroma todavía a recién impreso, los libros que pronto dejarán vacíos todos los estantes.
Le gustaba sentarse en aquel rincón. Las montañas dibujadas en el horizonte, la luz intensa, el sonido de los coches tímido pero incesante y, sin embargo, el aire limpio, porque, el ritmo de la civilización que transmitía la proximidad de aquella carretera, no envilecía la brisa del levante otoñal que llegaba a aquella terraza tan cercana al mar.
Aquella tarde, mientras Freddie Mercuri entonaba el “All we hear is Radio Gaga, Radio Goo go, Radio Gaga…, Radio Go go, Radio Gaga, Radio what’s new? Radioooo, someone… still loves you?” , ella paró su caminar y se sentó en lo alto de aquella piedra, mientras contemplaba el horizonte que el mar le ofrecía, notó cómo se deslizaba una lágrima por su fría mejilla, ésta abrió el camino a otra a la que sucederían muchas más.
Casi exhausta, más que sentarse, se recostó sobre el viejo banco de piedra de aquel largo paseo. Siempre le pareció el lugar más bello de la tierra. Bajo aquel roble de grueso tronco, la sombra era más amplia que en cualquier otro rincón del jardín, pero además desde allí, podía contemplar la gama de azules que va desde el intenso del mar hasta el casi blanco del cielo. Se sentía en paz cuando envolvía de tanto azul su rutina.
Sentado junto al mar pasó sus últimos suspiros. No importaba la lluvia o el sol radiante, los vecinos del pequeño pueblo marinero donde llegó solo unos años antes se acostumbraron a verlo recostado en aquella vieja silla de madera mientras contemplaba el mar. Generalmente su silueta se dibujaba desde la lejanía a primera hora de la mañana o en la caída de la tarde, cuando la luz resplandeciente abría el amanecer o al caer la penumbra que da el adiós al sol mientras espera seductora la rutilante aparición de la luna.
Despertó entre sus brazos, dentro de un círculo que era su más deseado rincón, su granero de paz. Solo rodeada por él e impregnada de su aroma encontraba calma, tranquilidad, reposo. Y todo, a pesar de ese continuo cosquilleo en la boca del estómago que le subía hasta la garganta en forma de escalofrío cada vez que sentía cerca su cuerpo.
Distancia, silencio, tiempo y todo olvidado, se repetía ella desde hace horas. Había vivido sin esa relación tantos años que podría recuperar su rutina sin dolor. Al fin y al cabo, era fuerte, podría superar el desprecio, rechazo y esos continuos indirectos desplantes que le pusieron en alerta los últimos días.
Solo necesitaba que pasara el tiempo. Perdido en aquel rincón abierto al mar pero, sin embargo, ausente de aire, añoraba pocas cosas, pero una le resultaba esencial, necesitaba que el viento acariciara sus mejillas, la brisa alterara los mechones de su cabello… Le apremiaba abrir la boca y llenar de aire sus pulmones para…respirar.
Nunca quiso ser mayor. Aquel abanico de novedosas emociones que ofrece la edad adulta no era un atractivo para su libro de sensaciones. Pero el tiempo pasa inexorablemente y, hace tiempo que descubrió que es imposible parar el reloj. Su cuerpo estaba condenado a crecer y su mente obligada a descubrir.
Qué pocos momentos hay de dicha plena en una vida. El axioma que ubica la felicidad en tan sólo unos momentos se convierte en realidad en el devenir, en esa cotidianeidad que conforma el día a día mientras planeamos lo que queremos y deseamos de nuestra propia vida. Siempre sin percatarnos que es esa misma ...
El silencio hiere pero la ausencia mata. Como escribe Alberto Espinosa, lo que duele no es perder a quien has querido sino perder a quien sientes que te ha querido. El peligro de enamorarse es que, casi inevitablemente, llegará el día en que te desenamores. El peligro de querer a algo o a alguien es que ...
Durante años anduvo buscando colmar carencias que, en realidad, nunca supo cuando comenzaron a aparecer. A veces, pensaba que lo tenía casi todo y que la sensación de permanente ausencia solo era percepción de una exigencia máxima en busca de unas emociones que, únicamente, provocan cantos de sirenas en mundos irreales. Tal vez por ello, se ...
Al verlos juntos comprendió que todo había acabado. Ahora sí.
Aquella mañana, al salir de la habitación tras el gélido beso de un “hasta luego” sabiendo que no habría un después, no sintió que dejaban atrás esa extraña relación. Tal vez fue aquel desenfreno por devorarse piel contra piel y aquella forma de entregarse, los que acabaron con los tiernos abrazos y sensibles besos que hicieron flotar, poco a poco, algo que, en algunos momentos, simulaba un amor adolescente a pesar de su edad adulta.
“¿Me dejas dormir contigo esta noche?”
Después de años de amistad, era la primera vez que él percibía algo diferente en su mirada cuando ella formuló aquella pregunta. Durante años habían sido compañeros de trabajo, cómplices en muchas cosas, nada parecía haber cambiado cuando aquella jornada laboral se alargó más de lo esperado.
Navegar hacia mar abierto un rato largo extenúa. Así también, a veces, vivir la vida agota. Bonita, única, insustituible, la vida es bella, pero no siempre se disponen de las fuerzas para subir a la meta, aislarse de coyunturas, relativizar preocupaciones, domesticar sentimientos. La vida pesa. Un gesto la idolatra, una palabra la hace grande, un momento ...
Aquella mañana amaneció muy temprano, el brillo del sol le hizo parpadear al subir la persiana, aunque hacía horas que tenía los ojos abiertos, en realidad simplemente había vivido una noche larga en duermevela. A penas había podido dormitar algunos minutos. La emoción, los nervios, la ilusión, le habían impedido iniciar fresca la jornada, pero ...
Apagó la radio empalagada de tanto tono dulce en las canciones, las entrevistas, los debates e incluso en las cuñas publicitarias, hoy más moñas que nunca. El trabajo marketiniano había sido sublime. En realidad, las grandes marcas y hasta el nuevo mercado digital convertía el 14 de febrero en un día de consumo potencial de infinidad ...
Aquella tarde, mientras Freddie Mercuri entonaba el “All we hear is Radio Gaga, Radio Goo go, Radio Gaga…, Radio Go go, Radio Gaga, Radio what’s new? Radioooo, someone… still loves you?” , ella paró su caminar y se sentó en lo alto de aquella piedra, mientras contemplaba el horizonte que el mar le ofrecía, notó ...
Durante años anduvo buscando colmar carencias que, en realidad, nunca supo cuando comenzaron a aparecer. A veces, pensaba que lo tenía casi todo y que la sensación de permanente ausencia solo era percepción de una exigencia máxima en busca de unas emociones que, únicamente, provocan cantos de sirenas en mundos irreales. Tal vez por ello, se ...
Antes de cruzar la puerta suspiró, no sabía cómo tendría hoy el día. ¿Recordaría su nombre?, ¿compartirían sentimientos pasados?, ¿lo encontraría en el limbo de su mirada? Desde hacía casi una década, todos los días a la misma hora Julián llegaba a la entrada de aquel lugar para visitar a quien prometió amor hace más de ...
Aquel silencio dolió por inesperado. Los continuos destinos laborales le habían llevado a disponer de una amplia agenda de conocidos, pero exigua en ese reducido colectivo que se pueden considerar amigos. No era prolífica en compañeros de ayuda permanente, mimos improvisados y presencia perenne. Su reservado carácter la hacía ceñir su afecto a pocos de ...
Nos hizo falta tiempo, pensaba mientras contemplaba en el horizonte los tímidos rayos de sol asomarse entre un cielo plagado de nubes. El día iba a ser difícil. Una vez más. Un día más. Desde aquella tarde lluviosa en que un accidente de coche le arrebató la vida a Mario, Lara odiaba la lluvia. Hoy esa ...
A veces sucede. El silencio se rompe en un suspiro. La fantasía se vive en descontrol. La piel se funde en placer. Los sueños se anidan entre unos brazos. El cuerpo se encadena a la embriaguez. El éxtasis asoma. El mundo se para. Pero nunca hay refugio para el yo. No existen mentiras compasivas. No es posible darse ...
Aquella avenida repleta de luces lo trasladó a otro lugar, un lugar lejano en el tiempo, pero en aquella calle. Justo la misma donde hoy paseaba pero, donde hace algunos años, cada Navidad, los vecinos se reunían el día de la Inmaculada para preparar los dibujos que serían el soporte para la ...
Sentado en su sofá rodeado de cojines contemplaba a los nietos y biznietos. Le gustaba el bullicio que provoca una casa llena de gente, ir de una a otra estancia, escuchar unos instantes aquella conversación, ver cómo jugaban allí los más pequeños, contemplar la cocina repleta de viandas. Cuatro generaciones de una familia, su ...
Después de 10 años el recuerdo seguía ahí, aunque la cicatriz estaba cerrada. Hace tiempo que borró todas las marcas que los labios de él le dejaron en su piel. Después de unos primeros meses de espera, ahogó las noches en soledad con amores fugaces, pero el corazón seguía anclado en otro ...