No resulta fácil adentrarse en nuevas aventuras, perdonar los errores de eventos primerizos no es acción generalizada y siempre hay temores. Yo los tuve (muchos) antes de emprender esta travesía.
Sin embargo, a veces, hay que intentarlo, actuar incluso sin reflexionar en exceso previendo consecuencias fabuladas. Es entonces, cuando esa libertad te permite dar cauce a la imaginación, la emoción, el sentimiento, aquella presencia, esta ausencia…
Nació inspirado por el siempre añorado Josep Forment, para precisamente poner en práctica su máxima: “la premisa es necesitar decir, el resto es voluntad y perseverancia. Cuando hay ideas y sentimientos solo hace falta trabajo…”
Por eso existe este “Mi Mundo Imaginado”, por la necesidad de decir. La respuesta está siendo sorprendentemente agradable, “el decir” está siendo un lujo emocional y la acogida un maravilloso regalo…
GRACIAS
“De cada día nace una historia, porque estamos hechos de átomos, estamos hechos de historias”
Eduardo Galeano
Hoy, día mundial del abrazo, no deja de ser paradójico que se celebre un gesto carente o escaso de ofrecer y recibir desde hace demasiados meses. La ausencia de la caricia que representa encerrarse entre dos brazos está generando infinitud de problemas psicológicos, pero también fisiológicos.
Hace un año, 12 meses solo queríamos salir de la jaula en la que se había convertido nuestras casas. Soñábamos con un paseo, con sentir a nuestros familiares y amigos no solo a través de una pantalla digital, queríamos “libertad” de movimiento, olvidar el teletrabajo, recuperar nuestras rutinas, ir al cine o al teatro, visitar museos y no solo realizar paseos virtuales, devorar lecturas o atracarnos de series de televisión.
Idealizábamos nuestros automatismos mientras divagábamos sobre cómo sería nuestra rutina post-confinamiento cuando apenas habíamos comenzado a escuchar eso de nueva normalidad.
Pretendió que aquel adiós no fuera el final. Intentó que aquel primer día no fuera, al mismo tiempo, el último, pero tras cruzar aquel umbral y no mirar atrás, ella percibió que sí, el primero sería el último.
Desde aquella puerta percibió que lo vivido ya era caduco y el instante sería eterno en el recuerdo, pero irrepetible en presente.