Hay personajes cuyo nombre no debería ser utilizado jamás. Son personalidades ilustres que, no solo son parte de nuestra historia, sino que son un referente en parcelas tan determinantes para el desarrollo de una sociedad como es el magisterio, la educación…la literatura.
Antonio Machado, un hombre que, viejo, cansado y enfermo, tuvo que cruzar a pie varios kilómetros para huir de un país que vivía una cruenta contienda civil, no merece ver su nombre en causas del presente que puedan envilecer su figura en la historia de la literatura universal.
Antonio Machado era sevillano, loó como muy pocos las tierras de Castilla, viajó por todo el Mediterráneo intentando defender con su palabra (no le permitieron por edad alistarse en el ejército republicano) el sistema democrático vigente en 1936 en España ante el golpe de estado perpetrado desde tierras africanas y acabó su vida cruzando a pie, viejo y cansado los Pirineos desde tierras catalanas para morir en territorio francés, lejos, muy lejos de “esos días azules y ese sol de la infancia”** (último verso conocido del poeta y encontrado en uno de los bolsillos de la última chaqueta que vistió y que, sin duda, recordaban su Andalucía natal desde tierra extraña).
Ahora en un momento coyuntural difícil, donde se esgrimen mentiras con el eufemismo de hablar de “medias verdades” y se utilizan nombres de ilustres personajes de nuestra historia desde la banalidad que envilece, no solo la trayectoria del personaje, sino también nuestra propia historia y nuestra cotidianeidad como sociedad, utilizar el nombre de Antonio Machado como muchos lo están esgrimiendo es, como mínimo, miserable.
Extraer lo banal de personajes memorables es emitir un mensaje erróneo e intransigente. Valorar el caudal narrativo y el ilustre legado del maestro al que el cantautor Joan Manuel Serrat se encargó de rescatar para popularizar la riqueza de su obra, es inefable; aunque puede ayudar a la reflexión para evitar actitudes melifluas que deshonran a quien utiliza en vano el nombre del insigne poeta.
De la misma forma que descoloca la utilización de su nombre en una causa ante la que él jamás se pronunció, chirría que esgriman su defensa personajes que poco (o nada) tienen de los principios, enseñanzas, virtudes, filosofía y creencias del poeta sevillano en el catálogo de actitudes, pensamientos o doctrinas que exhiben sin sonrojo diariamente.
Solo si la notoriedad que hoy ha tenido la figura de Antonio Machado ofrece la apertura de caminos para la reflexión y no para el antagonismo será positiva la referencia a su personalidad. Si por el contrario, su protagonismo en esta jornada solo suministra más contrariedad y tensión, no solo se habrá intentado desacreditar su nombre en vano, sino que también habremos perdido el juicio y entrado en ese bucle de peripecias catatónicas que no es, ni más ni menos, el que estamos viviendo los últimos meses mientras atendemos a una coyuntura en la que, sin duda, la corriente filosófica de pensamiento que Machado elaboró en su obra aportaría muchas luces.
O acaso no son lecciones dignas de reflexionar también en esta coyuntura de la España del siglo XXI palabras así enlazadas: "Es propio de hombres de cabeza medianas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza"
Porque recordemos, como también decía el poeta en su libro "Juan de Mairena": “Hay cuatro principios a tener en cuenta: Lo contrario es también frecuente. No basta mover para renovar. No basta renovar para mejorar.No hay nada que sea absolutamente impeorable”
Notas:
*En 1989, con motivo del 50 aniversario de la muerte de Antonio Machado, la Sociedad Musical Unión de Pescadores del Cabanyal viajó hasta Colliure para participar en los actos de conmemoración del adiós a la vida del ilustre poeta sevillano, la emoción allí vivida, la fuerza del valor de la libertad quedaron para siempre marcadas en muchos de los que allí estuvimos. A ese viaje corresponden las imágenes que ilustran este artículo.
**Muy recomendable para conocer al poeta el documental emitido en 1998 en TVE titulado "A lomos de la quimera" enlazado aquí al referirnos al último verso escrito por el poeta.