Sonido de gotas, pajaritos, trompeta, rin-rin, infinitud de onomatopeyas sonando estos días te anuncian que “tienes un mensaje” en tu móvil. Y ahí está la chorrada. Una tarjeta moña, una frase célebre (copiada y no firmada por su autor, por supuesto), un video musical, un deseo generalizado, algún chiste malo, una broma buena…
En definitiva, infinidad de mensajes de gente que apareció en tu terminal telefónico justo ahora hace un año (algunos incluso con la misma frase o imagen que te envían hoy), y que desde entonces no tenías constancia de su existencia… ni ellos de la tuya.
Los que detestamos la Navidad respondemos cortésmente con un “Gracias”, un “ok” o un “igualmente”, pero somos bastantes a los que el mensajito nos toca un pelín las narices. Son esas circunstancias que te muestran que en esta vida la postura, la hipocresía y el cinismo son las reinas, incluso en estos días donde parece que el corazón se sensibiliza ante casi todo.
No es el consumismo el mayor de los pecados de estas fechas, es la hipocresía. Y, por desgracia, el washap, ha ayudado mucho a descubrir esta oscura realidad.
hoy, prepárate para, de repente, contemplar que llega a tu teléfono mensajes de gente que desconocías tener en la agenda. Te saludan con una familiaridad que hace meses (cuando no años), no compartes con ellos. Te invocan con preguntas que llevan implícitas las respuestas para evitar así, tal vez, que entres en diálogo. “Cómo te va? Espero que bien, te deseo…..” Ni se te ocurra decirles que no, que no estás bien, que esperas desde hace meses que te conteste un email, que te has cansado de mirar la pantalla del terminal pendiente de su respuesta a aquella llamada, que necesitarías de…. No, para todo eso no es el momento. Hoy solo hay que desear FELIZ NAVIDAD, FELICES FIESTAS y….como mucho, enviar algún emoticono de respuesta, si no dispones del gracejo, las ganas o el ánimo para enviar algún gif o chiste.
Ni se te ocurra mostrar tus verdaderos sentimientos, podrías herir susceptibilidades. No seas sincera, no es el momento. Hoy toca subirse al trineo de la fantasía e imaginar que, puede que alguno de esos emisores de mensajes te desea de verdad que seas feliz (aunque durante el resto del año no muestre ningún interés en ello), que se acuerda de tu nombre y tu cara real y no solo de la imagen de tu perfil del washap, que está preocupado por tu salud, tu estado laboral o tu momento anímico. Al fin y al cabo, soñar es una opción extremadamente plausible en estas fechas.
Sí, en efecto, no me gusta la navidad, pero como usted, yo estos días también disfrazaré algunos sentimientos y reiré a ratos, comeré turrón, visitaré belenes, iré al circo, a la feria, cantaré villancicos, adornaré la casa de guirnaldas e incluso enviaré algún mensaje moña y será solo por ellos: los pequeños inocentes de la familia. Aquellos que siendo los más cándidos son los más verdaderos. Ellos no conocen la hipocresía, sus abrazos son auténticos y el destello de sus ojos al mirarte es real. Ellos son los que te invitan con su presencia a la ingenuidad.
En esos momentos de tibieza puede que, después de recibir tantos mensajes, realices alguna llamada o envíes también algún mensaje a esa gente que está ahí todos los días del año. Esas personas que entran en tu cueva para ofrecerte su luz cuando huyes a refugiarte. Porque siempre hay motivos y personas para las que tu sonrisa, tu ilusión y eso tan abstracto que es tu felicidad, sí es importante; pero no hoy o mañana, si no todos los días del año.
Pero perdonen si no recurro a la hipocresía generalizada de estas fechas. Para sobrevivir en Navidad tampoco es necesario enviar mensajes a diestro y siniestro, ¿o sí?,
Lo siento, el espíritu de la Navidad esta vez no me ha conquistado ni dado las fuerzas necesarias para disfrazarme de hipocresía y buscar a quien no está en la primera página de washap o en las llamadas recibidas de mi terminal telefónico. Tal vez, el día que todo hagamos lo mismo, estas fiestas sean más soportables.