Llegó el final. C'est fini. Acabó marzo de 2018, ese que trajo una primavera ventosa, con temperaturas oscilantes que han embravecido el mediterráneo unos días con una fuerza inusitada, de la misma forma que en otros nos ha bañado con amaneceres de esa intensa tonalidad azulada que solo logran diseñar los rayos de sol sobre el mar.
Vuela el tercer mes del año, un mes más de un año más….ese al que no volveremos, aunque siempre recordaré como singular, especial, porque en marzo de 2018, las emociones han oscilado casi tanto como el cambiante tiempo primaveral que lo ha acompañado.
Ha sido un viaje repleto de vaivenes emocionales, con arañazos en heridas no cicatrizadas, con momentos de dicha en el alma, con pellizcos en el corazón, con lágrimas incontrolables y con sonrisas impregnadas de esa felicidad que lleva la simpleza de una vida que, como decía Confucio, solo nosotros insistimos en hacer complicada.
Quizás, por eso, ahora que llega el momento de continuar el camino y decirle adiós, cuesta desprenderse de algunas sensaciones y de muchos instantes, al mismo tiempo que deseas olvidar coyunturas cargadas de temores, destruir intimidaciones y extinguir desasosiegos.
Escribió Joaquín Sabina que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver, por eso marzo de 2018 no volverá, ni podemos ser esclavos de lo sentido y vivido.
Algún día hemos volado hasta el paraíso, otros hemos caminado bordeando precipicios. Sin embargo, volar y caminar siempre vale la pena cuando te acompaña el soporte de muchos pequeños gestos de pocas grandes personas, intensos abrazos de enormes quereres, contagiosas sonrisas bañadas de inocencia, miradas próximas, palabras esgrimidas en la distancia, destellos de luz.
No existen naufragios cuando iluminan tus huellas una familia maravillosa y un puñado de amigos que te regalan el sabor del amor.
Más allá de las palabras quedan las luces que tapan sombras y retiran piedras en el camino.
Así es imposible perecer de frío o dividir lo que te dicta el sentir.
Por eso, todo, absolutamente todo, ha valido la pena por llegar a recibir el mes de abril desde una nueva vereda que nace vacía, pero llena, porque ni vivir es solo respirar ni existe punto final cuando quedan puntos suspensivos por vivir.
Quizás te equivoques en tus dudas, vuelvan días de avidez o de placidez y entonces cueste recordar el cúmulo de emociones experimentadas, aunque el destino no entiende de olvidos y, donde sea que esté, nunca quedarán en el ayer escondidas ni las Fallas ni la Semana Santa de 2018, ni las oportunidades laborales, ni las zozobras inquietas, ni las aflicciones…ni los momentos de felicidad... porque no, jamás, nunca se borran las caricias al alma.
Gracias (sabéis quiénes sois) por un mes cargado de imborrables emociones.